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Estimad@s Amig@s
† † † † † †
† † † † † † Es, este mi delirio de palabras que enfocan la debilidad, fortaleza y en si, me vuleve un loco creador, un poeta que derrama del corazon, inutilies nostalgias....!!!!! † † † † † †

domingo, 30 de noviembre de 2025

Solo un Recuerdo

¡Eh aquí! encerrado
en este mundo nefasto,
que construye la necia
tortura adusta,
ha nacido aquel ingenuo niño,
que en constante lucha;
sobrevivió a lo áspero
de su suerte,
engalanando al que será 
su muerte,
¡ese soy yo!
aquel que cuando niño;
era un gran soñador
con esmero,
y que jugueteando
con aquellos;
verdes saltamontes
en las praderas,
de mi majestuosa tierra
de aquel entonces;
me henchía de emociones,
que fueron de gran misterio
en aquellos tiempos,
gozar como cada muchacho
con aquel juguete,
que más adornaba
mis padres,
yo por ser
el más inquieto vástago,
siempre buscaba la mejor
manera de sentir,
el verdadero furor de la niñez,
en tristezas y negro mártir,
contemplaba la dulce melodía;
que mi madre tenia
al hablar, siempre segura 
de lo que decía,
en su regazo me sostenía.

Recordando aquella época
¡que jamás volverán!
triste, en mi alcoba admiro,
el atardecer junto a la ventana
tan tierna e inquieta a la vez;
se va consumiendo
al llegar la noche,
días emprendedores en el cual
me sentía el ser ¡más inocente!
con el gran sueño de un día ser,
¡más consiente!

¡Oh bella niñez!
de añorados recuerdos,
¡a donde fueron!
los carritos de maderos,
¡a donde fueron!
las canciones de cuna,
que ahora
con tanta locura
busco,
el mismísimo capricho
eufórico,
que lentamente
se fue esfumando,
¡aaaay!
¡tristeza mía!
dueña de mi
soñoliento vacío,
¡es que acaso pretendes
adueñarte de mi alma!.

Llegaba entonces
la época de colegio,
mi primer día de asistencia,
nuevos amigos por conocer,
había comenzado el de vestir;
con formalidad
y bien presentado,
no sabía con quienes
iba a enfrentarme,
pues los serios profesores;
que con sentido común,
habían empezado a enseñar,
sus temáticas absurdas,
que en nosotros todo
era de extrañar,
nada interesaba ya,
pues todos los días;
eran demasiadas
sus controversias,
ya cansados de escuchar;
emprendíamos el vuelo,
dejando escapar nuestras
imaginaciones;
volaba entonces,
hacia algún infinito cielo,
contemplando
las gordas nubes;
contemplando
sus aguaceros;
que cobijaba el campo;
sus destellos transparentes;
¡que dulce imaginación!
de espectro cautivo,
encontrándonos
al final, en un dulce sueño.

Pronto tocaba la campanilla,
para retornar a nuestros
pobres aposentos,
¡no! no llegábamos
a casa, buscábamos
la mejor manera
de contentarnos,
jugando en aquellos
espesos bosques,
que parecían colosos
ante nosotros,
dábamos
rienda suelta a nuestros
ingenios,
y sin darnos
cuenta, el tiempo había
transcurrido,
de por más de prisa;
desesperado
corría a casa,
donde mi madre
desesperada;
con su látigo
me esperaba,
que podía yo hacer,
escapaba con cautela
de su encolerizada aptitud;
escurridizo burlaba
ser lacerado,
como aquel conejo
que huye asustado,
del movimiento
más ligero,
en fin la razón,
lo tenía toda ella,
que al final
con sus caricias curaba,
los azotes
que en mi proporcionaba
campante,
mi bella madre,
quien con muchos amores,
ella me cuidaba
de torturosos temores,
que en mi cegaba la fuerza
de lo indescriptible.

¡Es ella!
quien con su ternura
brotaba su mano,
en mi grotesca cabellera,
¡es ella!
la que siempre me alentó,
para seguir más allá
de los horizontes,
para cruzar los surcos,
que en mi tropezaba,
¡es ella!
quien más confianza
me daba,
¡ella!
la confidente
de mis travesuras;
pero sin embargo
pasaron los años,
en mi cuerpo,
todo cambiaba,
mis pechos,
mis piernas,
mi cara,
y con ella,
mi madre se encontraba;
cada día más cansada,
¡pero muy animada!,
es como un roble duro de roer,
en su interior,
ya mi voz,
tenía el tono de un adolescente,
con demasiadas
preguntas que hacerme,
¡oh es que simplemente
aparentaba!
la discordia de candor
sencillo.

Era de verdad,
pronto dejaba
mis juguetes
y empezaba a interesar,
algo más emocional,
para mis instintos,
eran ya, las bellas doncellas;
que en el parque salían
a pasearse,
con sus más interesantes
atuendos,
que presumían
en sus delicados cuerpos,
ya más atraían; ¡aquellas!
pues todo sé hacia
por llamar la atención,
miles de piruetas,
miles de adolescentes chistes,
donde a hurtadillas ellas;
soltaban la risa
con mayor sensatez.

¡Eh allí!
las primeras palabras,
las primeras
noches, en desvelo,
los primeros
poemas escritos,
y algunos garabatos
que adornaba su contorno,
que con gran
recelo, se daba
cuentas,
a una sencilla
inspiración,
desde entonces
ya para mí fue:
la grandeza
de sutil sensación.

Por la calle caminando,
me encontré a una ellas, 
que siempre coqueta presumía,
y le pregunte:
¿Cuál es tu nombre?
dulce y adorada mujer
¡Laura! 
me contesto tímida.

Era el timbre
de su dulce voz,
envuelta en su encanto
mágico;
de aquella princesa
quinceañera,
de tez como el rocío,
de azabache
en su lisa cabellera,
de ojos negros
y franca sonrisa,
sencilla como el alba.

Era la niña
que hechizaba,
mis sentidos
y mi espíritu,
engalanando pureza
en mi corazón,
desde que la encontré,
para mí fue:
grandeza, deleite
completo a la razón.

Muchos pretendían
con ella,
en mi el gran celo
me abrumaba,
y en silencio
la admiraba,
con destreza
la imploraba,
para poderla cortejar,
¡como quien quiere!
la primera luz del día,
en plena noche estrellada.

Era tan divina y pura,
que el mismo cielo
la envidiaba,
me halagaba
su compañía,
me hizo un poeta,
delirante de amor.

Anhelaba
su presencia,
me era grato su amor,
fragante aroma natural,
que despedía
de  su cuerpo;
¡éter virginal!
pasionaria mía.

Era la...
apacible sensación
que sentía,
dulcísima
palabra que oía,
latidos regocijantes
del pecho,
obsesión de mística
juventud,
añoranza desmedida
que deleitaba.

Amor es... 
el aire que respiro,
ilusión justa que atesoro,
palabra suave que evoco,
ansiedad pulcra
que derramo,
rubor intenso a hurtadillas.

Este era principio,
de mi primer
y ferviente amor,
que buscaba,
sueño tras sueño,
en mi interior
con mucho empeño.

Con ella,
el alma se encontraba
ultrajada,
manantial de pudores
intensos,
que en la sangre fluía
dentro de mi ser,
divagaba como el aura
en plena noche,
como misteriosa
sensación enternecida,
desquiciado
como total marea,
desatando
malezas de lujurias,
comprendiendo 
el fervor entre los dos,
numen inagotable
como postrimera,
ensalzando
como el creyente a Dios,
impactado
como gotas de lluvia
al suelo;
que así como
estas palabras,
era que emitía
en pleno verano,
la declame diciendo:

Perdona amada mía;
este amor que hasta a mí
ha venido,
¡perdona!
porque sin tu consentimiento;
te he amado en silencio,
¡perdona!
ya el corazón a ti prefiere.

Son tus ojos
los hechiceros
que a los míos
cautivaron,
tus labios carmesinos 
y sensuales
a mis labios los provocan,
¡perdona¡
no podía contener más;
el angustioso tedio
que en mi consumía,
pues tu belleza tan divina,
que tan cerca la apreciaba,
me quitaba el aliento,
y enredaba el pensamiento,
¡ya nada te decía!
simplemente evocaba,
un suspiro alentador.

Perdona la nostalgia
del corazón, que palpitante
y exorbitante, late muy fuerte,
agolpando el pecho,
como queriendo escapar,
para unirse a tu pecho.
Perdona este delirio,
déjame que me humille
a tus pies, para implorarte
de rodillas y expresarte,
el gran amor que hay en mí.

Perdona amada mía,
perdóname sí este amor
algún día te hace llorar,
perdona, no es mi intención,
es culpa de la desesperación.
¡Perdona!
porque ya nada,
 retiene este dolor,
que en constante batalla
persigue tu amor,
¡perdona!
ya no hacen falta las palabras,
pues inquieta queda
la soledad arcana
cuando tú, en mi estas.

No bastando con eso, regrese
nuevamente a su morada,
a decirle las palabras,
que deleitaba el corazón,
con alto grado de pureza,
y dije:
He aquí otra vez
al pie de tu ventana,
buscando el consuelo,
que hurta la paz,
contemplando
tu rostro y adorando
tus melodías, 
es la fuerza que une,
energía misteriosa
que vigoriza el afán.

Concesión venerable,
de lucha bohemia,
cautivante mujer;
no desesperes mi ansiedad,
junta, tu alma a la mía,
sálvame de la hoguera,
no resisto más,
tener tus divinos ojos;
tan lejos de los míos,
¡ven por piedad!
ya la nostalgia explotará.

Definitivamente;
esta es la fuerza que expande;
un corazón enamorado,
ven conmigo esta vez,
para poderte decir:
lo que quema en el fondo,
no dejes que sufra más;
ya tu ausencia basta,
trae la ilusión,
que formó
nuestros corazones.

¡No mates! vida mía,
la soñolienta albura,
que derrama el alma,
ama como tal
y ven hacia mí,
glorifica la pasión
ansiada,
¡no temas!
ven junto a mí
y alberga la paz,
junta el cielo y la tierra;
hacia el edén prometido.

Para ti mujer pasionaria,
que deleitas con cariños,
los sentidos más profundos,
que hasta mí ha llegado;
tus lúgubres cantos astrales,
sosiega las almas que yacieron,
en ti solo es paz y cordura,
voluntad superior ansiada.

En tu soberana calma
los ángeles acarician
tu divino rostro
¡qué envidia la mía!
amarte en tu lecho quisiera
y ya nunca más dejarte ir.

A ti mujer canora,,
fuente de ventura,
con flores perfumadas,
de hinojos te implorare,
para poder escuchar,
de tus labios
mi dulce consuelo.

Entonces ya para mi basta,
una mirada, una sonrisa,
y estoy alegre...  muy alegre,
que el alma mía
sea amparada,
por los reflejos que emites,
para ti;
mi corazón, cuerpo y espíritu,
que sujetándose;
retiene tu belleza,
¡para ti mujer..!  ¡para ti!
va todo esto, sin excepciones,
en busca de tu presencia,
que perdido está,
bajo aquel hechizo divino.

Exigible y constante estaba;
sumido ya a robar el corazón;
de aquella bella mujercita,
que era tan inocente como;
un ciervo en su paraje,
tan dulce como la miel
en su colmena,
tan pulcra como la primera
luz del día,
eran sus labios rojizos;
que los míos apetecía,
era su primorosa mirada;
que en mi enloquecía,
todo aquello que yo veía;
en ella era,
lo más puro,
que emergía sencillez,
que en mi ahogaba
con su inocencia,
en ella brotaba la fragancia,
que perfumaba en mi lecho,
¡era ella! quien inquietaba
a mis sentidos,
¡era ella! la incitación
de mis locos desvaríos.

¡No puede ser
que haya terminado!
tan grande amor,
en tan corto tiempo.

¿Dónde quedaron, entonces?
tan dulces encantos,
¿a dónde se fueron?
aquellos primeros besos,
que con recelo
se plasmaban en la frente.

¡Ahhh! Ilusión  mía,
quebrantando nuestro pacto,
has dejado que vaya
mi primer impacto,
que llenosé de tanta fineza,
en tan pequeña alma,
dame el bálsamo que alivie,
y vuelva la calma,
que en instantes llega;
tu imagen espectrada
que impregnada quedo,
en aquellos destellos,
que lentamente
se volvió pálido.

¡Ahhh, caricia mía!
enlutada quedó sus labios,
en los míos,
con aquel néctar,
que esculpieron desvaríos;
has de recordarme
como el manto puro,
que se envolvieron nuestros
sueños, con augurio;
como que el tiempo,
contemplaba desilusión
pronto destrozaría, la ardiente pasión.

Como encarcelado dentro
de esta umbría miseria;
me aflijo por las nostalgias,
que aferraba a mi corazón,
ante todo lo más simple;
de mis errores; era la cruda razón,
es que importa demasiado;
la canción que brotaba
las liras de su voz,
o acaso era, el fluir de misteriosas
frases célebres,
cautivando se vivía;
con el proceder de muchas mujeres.

¡Cuánto tiempo esperaré!
no, no, no lo sé,
será este el destino,
que en lerdas horas,
se siente vibrar,
el eco que a lo lejos emiten;
siempre me está acosando,
esas ondas que se pronuncian,
en mi fúnebre melancolía,
que en constancia persigue,
la mística ansiedad,
que repuja por siempre, 
las soñolientas alburas,
lo más candentes
de mis inspiraciones,
es socapada en el interior
de mis matices,
comprendidas,
entre el bien y el mal,
en sosiego.

¿Qué cosas hay
en lo profundo del pecho?
que arrancar quiero
de su lecho,
este palpitante corazón;
donde hospedado quedo,
lo más vulnerable, que es la angustia
de este disgusto, entorpecido,
que llego, hasta el infinito
del cosmos,
contagiado
de haraposas
melancolías,
dando lugar
a la sustancia pecaminosa;
de distintas ansiedades,
que conllevo con este dolor.

¡Oh soledad mía!,
ansiedad de notoria
majestad ancestral,
gran diferencia
hay en este infernal mundo.

¡Mira!
Son consecuentes
las molestias de esta humanidad,
dónde se aferrarán al tiempo,
consagrándose 
a diferentes disturbios,
que entorpecen su vida
la fe que un día sembraron;
solamente cosecharon,
engaños.

¡Oh vida mía!
añoranza desmedida
que justificas;
extraño aquellos 
momentos inolvidables,
que en coartada
se van consumiendo;
sed de bienaventuranza
hoy proclamo;
de hinojos siento que flaquea
mi esperanza;
de esa juventud eternizada,
que engañada fue esclavizada
de vanidades suturadas;
poco a poco y lentamente,
se acaba este pomposo calvario,
sumiso a la bendición arcana,
desato la euforia
con gran embeleso,
para cautivar el nacimiento
de un calcinante amanecer;
y presumir renovadas tendencias,
engarzándome a lo más sublime,
arraigándome a las líricas voces,
donde se pronuncia la generación
de dichas y promesas,
donde siempre estarán presentes,
las luchas de los más fuerte.!!!!

Por: Juan Jose Curicama Naula
"El por Siempre Ulises"
Odisea de un Amor Nefasto
Quito - Ecuador


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Poesía Inedita